Declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1998 y situada al este de la Comunidad de Madrid, a tan sólo 30 kilómetros de la capital, la ciudad natal de Cervantes es un lugar ideal para pasear, recorrer sus calles y plazas, visitar sus museos y monumentos, comer en alguno de sus buenos restaurantes, tomar un café o una copa al atardecer en alguna de sus terrazas y llevarse de recuerdo algún dulce típico, entre los que destacan las almendras garrapiñadas y la costrada que es un pastel de merengue, crema y hojaldre.